Chávez
¿el único poder en Venezuela? |
Septiembre 02 de 2007, publicado en El País
La
reforma de 33 de los 350 artículos de la Constitución
Bolivariana deja en manos del Presidente casi todos los poderes
del Estado.
Juan Pablo Milanese(*). Especial para |El País
No
es ninguna novedad que desde su llegada a la Presidencia Hugo
Chávez no ha hecho más que construir un gobierno
a su medida. Periódicamente ha modificado el esquema institucional
venezolano a su conveniencia, en muchos casos, generando una fuerte
fricción con los principios democráticos.
La democracia moderna se basa, entre otros supuestos,
en el control político. Este puede ser ejercido horizontalmente,
es decir entre instituciones estatales (especialmente entre los
poderes ejecutivo, legislativo y judicial), o verticalmente, cuando
la ciudadanía fiscaliza la actuación de los gobernantes.
Cuál es el objetivo de estos dos controles:
evitar la concentración del poder, obligando a los gobernantes
a comportarse de manera responsable.
La historia latinoamericana nos muestra una extensa
colección de personajes que sistemáticamente se
dedicaron, y en muchos casos se dedican, a evitar rendir cuentas,
poniendo en grave riesgo el buen funcionamiento de regímenes
democráticos. Actualmente, uno de los casos más
evidentes es el de Chávez.
Independientemente de que se coincida o no con
sus objetivos políticos, es indudable que el Presidente
del vecino país tiene un voraz apetito de poder, que no
logra saciar fácilmente.
La última muestra de ello, es el nuevo
intento de reforma constitucional, a partir del cual procurará
modificar 33 de los 350 artículos, y en el que pretende
incluir la posibilidad de la reelección presidencial indefinida
en el nuevo texto. La propuesta deberá, ahora, ser evaluada
por la Asamblea Nacional (Congreso), compuesta por una abrumadora
mayoría oficialista, y luego, en caso de aprobarla, será
sometida a referéndum, cosa que podría suceder en
diciembre.
Más de uno se sentiría en condiciones
argumentar que la sola aprobación de la reelección
indefinida no es motivo suficiente para acusar al Jefe de Estado
venezolano de construir un sistema hegemónico. Pero éste
no es un hecho aislado. Es un eslabón más en una
cadena de acontecimientos que se dirigen en esa dirección.
Paralelamente, debemos sumar iniciativas como
el aumento del periodo presidencial de seis a siete años,
un más amplio control presidencial sobre los municipios
y estados de Venezuela, la posible eliminación de la autonomía
del Banco Central y el control de divisas pase a manos del Gobierno.
Además, la reelección indefinida
será una prerrogativa exclusiva del Presidente y no de
los gobernantes locales, intentando evitar el surgimiento de un
poder regional que pueda transformarse en competencia.
Esto fue planteado en un contexto en el que, desde
hace solo unos meses, el legislativo aprobó una serie de
“superpoderes” que le permiten gobernar discrecionalmente.
Además, los escándalos por las limitaciones
a la libertad de prensa están aún frescos, manifestándose
como un sensible crecimiento de las tendencias autoritarias del
Gobierno.
Inmediatamente después de que la propuesta
de reforma fuera realizada a la Asamblea, las reacciones a favor
y en contra no se hicieron esperar, profundizando, aun más,
la polarización en una sociedad extraordinariamente fragmentada.
Volvieron a reforzarse las versiones antagónicas que dividen
a Venezuela, unas muestran a Chávez como un paladín
impulsado por razones humanitarias, cuyo objetivo es disminuir
las desigualdades sociales.
Otras,
como un dictador sediento de poder e indiferente a los procedimientos
democráticos. Así, mientras líderes de las
fuerzas opositoras lo acusaban de realizar un "golpe de Estado
constitucional", fuera del Parlamento innumerables seguidores
festejaban la decisión rodeando un muñeco gigante
del Presidente.
Mientras
tanto, aumenta la presión en un sistema político
recalentado y a punto de estallar otra vez. Esta situación
es propia de un espacio de debilidad institucional extrema, donde
los personalismos ahogan cualquier posibilidad de construcción
de reglas del juego estables y que perduren en el tiempo.
Sin
embargo, es interesante resaltar que esta situación no
es exclusiva de Venezuela, sino que se ha transformado, aunque
con distinta intensidad, en un denominador común en la
mayor parte de la región andina donde la concentración
de poder es una constante, independientemente del color político
de los gobiernos.
(*)Director
de Ciencia Política de la Universidad Icesi.
Agradecemos
la publicación y divulgación
de esta información en su medio de comunicación.
Para aclarar dudas contacte a la oficina de Comunicaciones de
la Universidad Icesi. Teléfono: 555-23-34 ext. 351; correo
electrónico: agenciadeprensa@icesi.edu.co
|